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Ene, 2018

Arancha, enfermera: "La nuestra es una profesión de riesgo, nos pinchamos todo el rato"

#Enfermería #Bioseguridad #PRL #Prevención #España #Empleados #Enfermeros



  • Cuatro enfermeras, dos de Madrid, una de Navarra y otra de Barcelona, cuentan los riesgos biológicos a los que se enfrentan a diario en sus puestos de trabajo.
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Los accidentes biológicos sufridos por enfermeros han ido en aumento: en 2013 se produjeron en hospitales 4.619, en 2014 5.159 y en 2015 subieron a 5.560.

A priori no parecen peligrosos, pero los hospitales se están convirtiendo cada vez más en un nido de captación de enfermedades, sobre todo para los profesionales que trabajan en ellos. "Es una profesión de riesgo. Nos pinchamos todo el rato", lamenta Arancha Alonso, una enfermera segoviana que reside en Madrid y a la que le preocupa tanto su salud personal como la de sus pacientes.


Trabaja en el centro de salud García Noblejas desde hace 10 años. En su consulta recibe a 20minutos con la mesa repleta de ejemplos de objetos cortopunzantes (nuevos y antiguos) susceptibles de ser portadores de alguna enfermedad si se produce un accidente laboral. A sus 47 años solo ha sufrido un susto, pese a que tiene experiencia en varios hospitales y hasta en instituciones penitenciarias. Y los mayores peligros los ha sufrido fuera: "Los accidentes sobre todo los tenemos en los domicilios. Hay mucha atención externa porque [en el barrio que trabaja] hay mucha gente mayor y con demencia". 

Precisamente, Arancha se pinchó con un bisturí el año pasado cuando estaba tratando a un anciano en su casa. Le estaba "desbridando una úlcera del talón" cuando este se movió como reacción instintiva y ella se cortó. Entonces, tuvo que "sacarle sangre al paciente para ver su estado de serología (ver si tiene VIH, hepatitis... o alguna enfermedad)" y luego ir a Salud Laboral (la suya está en el Hospital Ramón y Cajal). "Ellos te sacan tu sangre y la analizan en microbiología", explica. El resultado fue negativo, pero no todo el mundo tiene la misma suerte. 

Y es que su caso es solo uno entre los miles que se contabilizan cada año en España. A principios de diciembre, el Observatorio de Bioseguridad que analiza los riesgos que corren los enfermeros a sufrir accidentes biológicos, puso de manifiesto que están aumentando. Concretamente, si en 2013 se produjeron en hospitales 4.619 accidentes, en 2014 se registraron 5.159 y en 2015 (último año del que se tienen datos) subieron a 5.560. En los centros de salud las cifras también aumentaron: 98 (2013), 108 (2014) y 123 (2015). 

Rafael Jesús López, vice secretario general del Consejo General de Enfermería (CGE), asegura que el aumento de los casos de pinchazo se deben a tres factores: "A una deficiente evaluación específica de los riesgos laborales de los enfermeros en sus puestos de trabajo; a un comportamiento desigual en el Sistema Nacional de Salud en cuanto a la formación acreditada de los profesionales sanitarios en capacitación teórico-práctica frente a los riesgos biológicos en el trabajo, y a la inadecuación o falta de especificidad técnica de los propios equipos de protección personal, es decir, todo equipo de trabajo que está a disposición de la enfermera o enfermero para su protección".


Entre otras causas: el estrés y los recortes 

Respecto a la solución para evitar estos contagios, Arancha destaca que hay que esforzarse más en "educación"; no obstante, cree que el aumento de los accidentes biológicos en estos últimos años no está relacionado con que haya más "pinchazos", sino con el valor de las enfermeras de contarlo: "Ahora tú te pinchas y los enfermeros lo decimos más, que antes no. Nosotros ya tenemos conciencia de que hay que decirlo", manifiesta. 

Esta profesional también acepta que ahora pueda existir un peligro mayor a que se produzcan situaciones "peligrosas" debido a los numerosos episodios de estrés que se viven por la falta de personal. "El problema viene también cuando estamos estresados, cuando hacemos cuatro cosas a la vez, que vas corriendo y no prestas atención a todo como deberías". Este incumplimiento de los protocolos puede provocar que el enfermero sufra un pinchazo accidental y se infecte con el virus del VIH, hepatitis B o C, que son de los más graves.


Pero esto no ocurre solo en Madrid, "el patrón que se sigue es parecido en todas las comunidades autónomas", señala a este periódico Carmen Vide, responsable de seguridad laboral del Sindicato de Enfermería (Satse). Ella achaca el aumento de los accidentes biológicos de las enfermeras en su lugar de trabajo a los recortes que comenzaron "al amparo de la crisis" en 2012. "Ante una sobrecarga y el poco tiempo que tienes para tu propia protección, haces dejación de ello. Quieres llegar a todos los sitios, generalmente llegamos corriendo y sin tiempo, y lo que ocurre es que la probabilidad de sufrir un accidente o un error de cara al paciente aumenta", explica. 

Un ejemplo que muestra claramente esta problemática es que la red asistencial del Sistema Nacional de Salud español contaba en 2015 con 169.601 enfermeras. Por tanto, ese año en nuestro país había 5,3 enfermeras por cada 1.000 habitantes, según el informe Health at a Glance realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Una cifra muy por debajo de la media de los 43 países que analiza este organismo, que está situada en 9 enfermeras por cada mil habitantes.


"Nuestras plantillas no solo no crecen para adaptarse a la ratio europea, sino que decrecen", lamenta Carmen Vide. Solo una posición por encima de España, que está en el puesto 30, se sitúa Italia (5,4); sin embargo, en otros países vecinos como Portugal (6,3), Reino Unido (7,9), Francia (9,9) o Alemania (13,3) las condiciones son bien diferentes. Y ya no hablemos de Suiza, Noruega o Dinamarca, que lideran la ratio con 18, 17,3 y 16,7 enfermeros por cada 1.000 habitantes. 

Sin embargo, la responsable de Satse responde: "Las condiciones han empeorado tanto que llevan a que los accidentes aumenten, y lo primero que aflora ante unas malas condiciones de trabajo es la siniestralidad, a pesar de que la directiva impone que casi todos los materiales cortopunzantes tengan incorporados unos mecanismos retráctiles, pues no es normal que nos encontremos un pinchazo por una aguja intramuscular, por ejemplo".


"Se cometen muchos errores" 

Siguiendo la línea que comenta Vide, Marta de la Cuadra, enfermera del hospital madrileño de La Paz, dice que si alguien se pincha a sí mismo con una aguja es porque "se cometen muchos errores como, por ejemplo, encapuchar las agujas, y eso nunca se debe hacer porque es pinchazo seguro". "Si tú eso lo interiorizas, puedes evitarlo, aunque es verdad que, a veces, con las prisas puede suceder". Ella trabaja en Urgencias, una de las unidades que considera más "peligrosas" por "el desconocimiento" que tienen de los pacientes cuando llegan. 

Asimismo, desde el Sindicato de Enfermería aseguran que "los jueves a determinadas horas, de noche, las urgencias colapsadas (que tienes enfermos en los pasillos como vemos en distintos hospitales de España)... son un caldo de cultivo para que se produzca un accidente biológico o una agresión". Y es que no todo depende de los profesionales, porque "por muy atenta que estés siempre te llevas sorpresas", dice De la Cuadra.


Esta mujer de 48 años lleva 22 ejerciendo como enfermera y ha tenido varios sustos, uno de ellos hace unos diez años, precisamente en Urgencias. Un paciente le pinchó "a propósito" la aguja con la que le estaba sacando sangre: "Estaba pinchando a un chico toxicómano (que tenía VIH, hepatitis B y C y muchas más enfermedades), me dijo dónde le tenía que pinchar porque ellos conocen mejor sus venas que nosotros y, cuando le estaba pinchando para sacarle la analítica, de repente, no se por qué extraña razón, se quitó el sistema que lleva la aguja intravenosa y me lo clavó en un dedo", relata. Esto ocurrió cuando "la aguja había estado en contacto con su sangre".


"Fue de riesgo total, se me quedó clavada y me atravesó el pulgar de la mano. Llevaba mis guantes y todas las protecciones básicas, como con todos los pacientes, pero lo que menos me podía imaginar es que este paciente, que no tenía ningún tipo de enfermedad mental, fuera a actuar así", explica. Por suerte, estaba acompañada por otra enfermera y "corriendo" le sacó la aguja y le empezó a "exprimir el dedo, lo que se supone que se tiene que hacer por protocolo". 

Después de que saliera toda la sangre posible, tuvo que ir a Salud Laboral y la mandaron a la consulta de VIH. "Me tuve que tomar unos antirretrovirales por los que estuve malísima: con una tripa que parecía que estaba embarazada de seis meses, con vómitos... De hecho estuve de baja bastante tiempo", recuerda. Por suerte, Marta está vacunada (como casi todos los sanitarios) contra la hepatitis B, pero no existe vacuna contra la hepatitis C, por lo que le dijeron que "lo más probable" era que se contagiara de esa enfermedad. Pasó controles mucho tiempo y tuvo la "gran suerte" de que al final se quedó en un simple susto. 

"Estamos muy expuestos" 

Un caso diferente fue el de Andrea, una joven de 25 años que trabaja en la UCI del complejo hospitalario de Navarra: "Estaba en Psiquiatría, saqué sangre a un paciente que era positivo en VIH, hepatitis B y C, fui a desechar la aguja, pero se quedó hacia arriba porque el contenedor estaba lleno y me pinché". Esta joven se llevó el gran susto hace unos cinco años por no vaciar los contenedores antes de que lleguen al máximo permitido (lo marcan los propios recipientes), que es otra de las precauciones que deben tomarse, pero que por la falta de tiempo o dejación también se pasa por alto. 

Andrea entonces tuvo que ir rápido a riesgos laborales y le dieron "tratamiento para un mes". Unos antirretrovirales que le producían "un montón de náuseas" y que tuvo que dejar de tomar "como a la semana o semana y media" de comenzar. "Luego me hacían controles cada tres meses, y al salir negativos finalmente me dieron el alta", finaliza.

Y es que "la medicación te fastidia el hígado y cuesta recuperarse", corrobora Victoria, enfermera de su misma quinta que también trabaja en la UCI, pero del Hospital Can Ruti de Badalona (Barcelona). Ella no ha sufrido ningún caso de contagio por pinchazo, sin embargo sí que ha vivido casos más complicados de cerca: "Tengo una amiga que tuvo que tomar medicación contra la tuberculosis, y otra, antirretrovirales porque se pinchó con una aguja de un paciente con VIH". 

"En parte no me gusta esta profesión por esto, estamos muy expuestos" —lamenta— pese a que la probabilidad de contagiarse y pasar a ser portador de la enfermedad —añade—  "es baja". "Las medidas [de prevención] universales las tomamos con todos (guantes, bata, lavado de manos...)", cuenta a 20minutos esta joven, que también añade que formación más específica es estrictamente necesaria y "muchas veces insuficiente". En 2015, en España se graduaron 23,2 enfermeras por cada 100.000 habitantes, según la OCDE. Por ello, "hay mucha gente nueva que sale de las universidades y entra a trabajar al día siguiente", pero "si nadie les explica cómo tienen que actuar ante determinados medicamentos u objetos, piensan que no son peligrosos y los manejan sin precaución", se queja también Carmen Vide, que añade: "Es dificil enfrentarte a un riesgo que desconoces". 

¿Y la formación no podría darse entre compañeros? "Normalmente hay una supervisora que gestiona el personal, que tendría que hacer 'puestas en común', ver qué tipo de pacientes hay y cómo los manejan, pero se tiende cada vez menos a eso y más a trabajar delante de un ordenador y mirar menos a las personas a la cara porque hay menos tiempo. También hay una deshumanización en la relación con el paciente", zanja la responsable de Satse.



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