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01
Oct, 2025
El 1 de octubre se celebra el Día Internacional del Café, una excusa perfecta para mirar más allá de la taza. Porque en muchas empresas, la máquina de café no es solo un lugar donde recargar energía: es donde nacen conversaciones, se cruzan miradas cómplices y se construye, sin pretenderlo, un tejido social clave para la salud emocional de los equipos.
Hay gestos que pasan desapercibidos, rutinas que parecen menores y espacios que no figuran en ningún protocolo. Pero ahí, justo donde nadie lo espera, nacen algunos de los vínculos más sinceros dentro de una organización. Uno de esos lugares es la máquina de café. Un rincón discreto que, lejos de ser solo un dispensador de bebidas, se convierte cada día en un pequeño refugio laboral donde las personas se encuentran, se escuchan y, a veces, se entienden sin necesidad de agendarlo.
Las relaciones que se construyen en torno a una pausa compartida no aparecen en los manuales, pero tienen un impacto real en la salud laboral. Porque hablar, desconectar un momento o compartir una sonrisa es también una forma de cuidarnos.
En la gestión de riesgos laborales, solemos hablar de protocolos, de evaluaciones, de medidas tangibles. Pero no debemos olvidar que las personas no se sostienen solo en ergonomía y señalización. También necesitan espacios para sentirse parte de un grupo, para conversar sin la presión del rendimiento y para detenerse sin sentirse culpables por ello.
El espacio alrededor de la máquina de café cumple, sin nombrarlo, muchas funciones protectoras: reduce el aislamiento, mejora la comunicación entre departamentos, previene tensiones y favorece una cultura más cercana, más humana.
Un café puede no resolverlo todo, pero puede abrir puertas que llevaban tiempo cerradas.
Está demostrado que la calidad de las relaciones laborales influye directamente en el bienestar psicosocial. Un equipo que se escucha, que se apoya y que encuentra tiempo para compartir, es un equipo con mayor capacidad para afrontar el estrés, adaptarse a los cambios y prevenir conflictos.
Y a menudo, esos vínculos no surgen en las reuniones formales ni en los correos corporativos, sino en una conversación breve entre turnos, en una pausa al inicio de la jornada, o al coincidir junto a la máquina de café.
Más allá del valor social de una pausa compartida, el café aporta también beneficios fisiológicos y cognitivos que influyen directamente en el rendimiento laboral. La cafeína, presente en el café, el té, el cacao y otros productos, actúa sobre el sistema nervioso central bloqueando la adenosina (que induce al sueño) y favoreciendo la liberación de dopamina y norepinefrina. El resultado es un aumento de la alerta, la concentración y la sensación de energía, efectos que suelen aparecer a los pocos minutos de su consumo.
Diversos estudios han demostrado que un consumo moderado de café puede mejorar la atención sostenida, reducir la fatiga mental y elevar el estado de ánimo, lo que se traduce en mayor productividad y capacidad de afrontar las tareas diarias. Incluso se ha estimado que una pausa para el café puede incrementar la productividad en torno a un 20-25 %, siempre que se combine con un descanso real y un clima laboral positivo. Además, estas pausas fomentan la socialización y la cohesión de los equipos, creando un entorno de trabajo más colaborativo y resiliente frente al estrés.
Ahora bien, como ocurre con todo recurso preventivo, el equilibrio es esencial. El consumo excesivo de cafeína puede generar insomnio, nerviosismo, alteraciones digestivas o dependencia. Por ello, organismos internacionales como la FDA recomiendan no superar los 400 mg diarios (equivalentes a unas 3-4 tazas de café en adultos sanos). La clave está en integrar el café como un aliado de la prevención, no como un sustituto del descanso real o del cuidado de la salud.
Cuidar estos espacios no implica grandes inversiones ni grandes discursos. Solo requiere voluntad organizativa para permitir, proteger y normalizar las pausas.
Esto significa:
Cuando el descanso está bien gestionado, aporta salud, confianza y pertenencia.
En Europreven defendemos que la prevención empieza mucho antes del accidente. Empieza en la cultura del cuidado, en los gestos cotidianos, en la forma en la que una empresa entiende que trabajar no es solo producir, sino también convivir.
Una máquina de café no es un lugar cualquiera. Es, muchas veces, el primer paso para crear equipos más humanos, más cohesionados y, por tanto, más seguros.
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