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En este artículo me gustaría analizar algunos de los riesgos laborales a los que están expuestos los profesores de nuestros hijos, y de esta manera, que el lector conozca un poco mejor la profesión de aquellos cuya misión es educar a las nuevas generaciones de ciudadanos. Antes de hablar de los riesgos me gustaría analizar un poco el puesto de trabajo de profesor.

El trabajo de profesor comienza cuando por la mañana se tiene que enfrentar a un grupo de niños o adolescentes, cuya mayoría no quiere estar allí, en ese momento comienza la dura faena, no solo de enseñarles las materias que corresponden al curso, sino de colaborar en la educación de los mismos. Pocos saben que la ley que regula la educación (LOMCE), atribuye a los profesores no solo la impartición de las asignaturas, sino también la colaboración en la educación de los niños en colaboración con los padres. Esta es una responsabilidad no exenta de riesgos, no es fácil controlar a un grupo de niños, mantener la disciplina en la clase hacer que los alumnos aprendan y encima tratar de que aprendan unos valores que les hagan ser ciudadanos de provecho. Esta responsabilidad y ese trabajo genera en numerosos casos situaciones de estrés difíciles de abordar que en algún caso pueden acabar en depresión.

No es fácil prevenir este tipo de riesgos, ya que cada alumno, cada grupo y cada profesor son diferentes y la interacción entre ellos, como cualquier comportamiento humano no se rige por reglas matemáticas. La única forma de prevenir este tipo de riesgos es que exista un apoyo total de todos los compañeros y que los padres colaboren fehacientemente en la educación de sus hijos. Es verdad que en el momento actual los padres tienen una vida laboral que dificulta en muchos casos la implicación de los padres en esta tarea, pero debe ser nuestra primera prioridad si queremos por un lado disminuir al mínimo los daños psicosociales que sufren los profesores.

Siendo este uno de los riesgos más importantes a los que están expuestos los profesores, existen otros riesgos de enfermedad profesional que también tienen los profesores, una enfermedad habitual es la afonía provocada por las largas horas forzando la voz en un aula en la que, en muchos casos, los alumnos no se encuentran en silencio. Es habitual acabar padeciendo de nódulos en las cuerdas vocales lo que puede llegar a desembocar en una afonía crónica. En este caso la medida preventiva es por un lado la formación del profesor para que aprenda a hablar sin forzar las cuerdas vocales y por otro lado insistir en la educación de los alumnos para que aprendan a respetar la figura del profesor.

Con este artículo he querido reconocer el duro trabajo de los que colaboran activamente en la educación de nuestros hijos y que en muchos casos no se reconoce lo duro de su trabajo, a pesar de la importancia que tiene el mismo.



Miguel Angel Portillo Aguirre
Técnico Superior en PRL
Auditor de Sistemas de Gestión de la PRL