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21
May, 2025
¿Alguna vez has bajado a una arqueta para revisar una válvula? ¿O has entrado en una cisterna vacía, un foso de taller o una cámara técnica para hacer mantenimiento?
Si la respuesta es sí, es muy posible que tú —o tu equipo— hayáis estado dentro de un espacio confinado sin saberlo.
Cuando hablamos de prevención de riesgos laborales, hay un escenario que destaca por su peligrosidad: los espacios confinados. Son lugares ocultos, discretos, pero potencialmente mortales si no se abordan con una estrategia preventiva rigurosa. En sectores como la industria, el mantenimiento, la construcción o el saneamiento urbano, estas intervenciones son más comunes de lo que parece.
En este tipo de espacios, el acceso suele ser limitado, la ventilación deficiente y las condiciones internas pueden esconder amenazas invisibles, como gases tóxicos, falta de oxígeno o sustancias inflamables. Todo ello hace que trabajar en un espacio confinado sin una planificación adecuada se convierta en una actividad de altísimo riesgo.
Un espacio confinado no es solo un lugar cerrado. Se trata de recintos con entradas y salidas reducidas, sin ventilación natural suficiente y que, por su diseño, no están pensados para albergar personas de forma continuada. Lo que los convierte en especialmente peligrosos es su capacidad para acumular contaminantes que alteran la calidad del aire, transformándolos en entornos potencialmente letales.
Ejemplos hay muchos: desde una cisterna o un silo en la industria alimentaria, hasta una galería subterránea, una fosa en un taller mecánico o una alcantarilla en plena vía pública.
El principal peligro de los espacios confinados es que las amenazas no siempre son visibles. Un aire que parece normal puede estar desplazado por un gas incoloro e inodoro, provocando asfixia en cuestión de minutos. O una simple chispa puede desencadenar una explosión en presencia de atmósferas inflamables. Además, no podemos olvidar los riesgos físicos como caídas, atrapamientos o derrumbes, y un factor que suele olvidarse: los accidentes durante el rescate, cuando no hay un plan previsto y el equipo actúa sin los medios ni la formación necesaria.
Toda intervención en un espacio confinado debe comenzar con una evaluación específica de riesgos. No basta con un análisis genérico del lugar de trabajo. Es necesario identificar las condiciones concretas de ese espacio: su configuración, la calidad del aire interior, los posibles contaminantes y los riesgos añadidos (mecánicos, eléctricos, biológicos, etc.).
Además, es imprescindible disponer de un permiso de trabajo autorizado, donde se definan claramente las tareas a realizar, las personas responsables, las medidas de seguridad previstas y la supervisión activa. Este documento no es un mero trámite, sino una herramienta esencial para asegurar que todo está controlado antes de intervenir.
Una parte crítica del procedimiento consiste en medir la atmósfera interior antes de entrar. No se puede asumir que un espacio está en condiciones seguras solo por su aspecto. Se debe comprobar la concentración de oxígeno, detectar la presencia de gases tóxicos o inflamables, y verificar si la ventilación es adecuada. Cuando no lo es —que es lo más habitual—, debe instalarse ventilación mecánica forzada que garantice la renovación del aire de forma continua durante toda la intervención.
Las personas que trabajan en espacios confinados deben recibir una formación específica y actualizada. No solo sobre el uso de los equipos de protección individual, sino sobre cómo identificar los riesgos, seguir los protocolos de entrada y salida, y actuar en caso de emergencia. Sin esta preparación, cualquier intervención se convierte en una lotería peligrosa.
Igualmente, el uso del equipo adecuado marca la diferencia. Más allá del casco y el calzado de seguridad, puede ser necesario contar con protección respiratoria autónoma, arneses, sistemas de extracción o ropa especial según el tipo de contaminantes.
Pero incluso con todo lo anterior, ningún trabajo en espacio confinado puede iniciarse sin una vigilancia exterior permanente. Al menos una persona debe permanecer en el exterior, en contacto constante con el equipo que está dentro y preparada para activar el protocolo de emergencia si algo no va según lo previsto.
En este tipo de escenarios, improvisar un rescate puede ser más peligroso que la situación original. Por eso, cada intervención debe contar con un plan de rescate específico, previamente ensayado, con personal formado y medios adecuados. Saber cómo actuar con rapidez y eficacia en caso de incidente es tan importante como prevenir que ocurra.
Trabajar en espacios confinados exige tomar medidas diferentes a las habituales. No se trata de un entorno más dentro del lugar de trabajo, sino de uno con características que requieren una planificación, formación y supervisión exhaustiva. La seguridad no empieza al entrar, empieza mucho antes, en el momento en que se decide intervenir.
Desde Europreven, ayudamos a las empresas a identificar, evaluar y prevenir los riesgos asociados a los espacios confinados. Lo hacemos mediante asesoramiento técnico especializado, formación práctica y diseño de procedimientos adaptados a cada actividad. Porque cuidar de tu equipo en los entornos más exigentes es también proteger el futuro de tu empresa.
Europreven. Cuidamos de tu equipo, protegemos tu futuro.
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